Redacción: Diego Flores Castro
La complejidad de la coyuntura actual nos ha llevado a reflexionar sobre muchos temas que ya dábamos por sentado. Como la mayoría de los músicos hemos notado, un poco a la fuerza, es que en esta nueva normalidad es necesario a repensar y readaptar la forma en la que desarrollamos nuestro arte. Pero este no ha sido un proceso sencillo y en ocasiones ha venido acompañado de frustración, incomodidad y hasta escepticismo. Con completa honestidad, debo confesar que en mi caso la transición a la virtualidad ha sido un proceso bastante difícil. Durante las primeras semanas de cuarentena, hubo varios días en los que ni si quiera pensé en sacar mi guitarra de su estuche por lo mucho que sentía el estrés en todo mi cuerpo.
Afortunadamente, desde finales de abril de este año he tenido la suerte de participar de manera virtual en un taller grupal para músicos de Método Feldenkrais dictado por Andrew Carter. Si tuviera que describir lo que hacemos en este taller cada semana de la manera más sencilla, diría que son sesiones de autoexploración, en las que, bajo la guía de Andrew, buscamos formas de movimiento que resulten más agradables para nuestro propio cuerpo. En este espacio comprendí que no era el único músico que sentía que su práctica instrumental se había visto negativamente repercutida por la pandemia. Por lo tanto, quisiera utilizar esta oportunidad para compartir algunas ideas generales que he podido asimilar de este taller. Debo aclarar que estas ideas provienen de la manera en que yo, siendo un principiante en Método Feldenkrais, he podido comprender y aplicar de estos conceptos a mi caso particular. Habiendo dicho esto, espero que este breve artículo pueda ser de ayuda y que despierte la curiosidad de quienes no conocen aún del Método Feldenkrais.
- Partir de nuestra comodidad
Como músicos a veces estamos tan enfocados en la partitura que tenemos al frente que nos olvidamos de nuestras necesidades más básicas. Yo mismo he practicado muchas veces en un ambiente oscuro, estrecho e incómodo por el simple hecho de no haberme detenido a pensar en cómo esto podía estar afectándome. Y si bien es cierto que uno debería ser lo suficientemente maleable como para desenvolverse en diferentes escenarios y bajo diferentes circunstancias, siempre es bueno contar con un ambiente que te haga sentir cómodo y seguro. A veces empezamos nuestra práctica diaria ya sintiéndonos frustrados o molestos por algo externo y esto termina perjudicando toda nuestra sesión, pues nuestra concentración disminuye y nuestro cuerpo se tensa. La solución es muy simple. En primer lugar, encontremos un lugar cómodo dentro de nuestra casa, donde sintamos que podemos practicar de manera tranquila. Luego, tomémonos un par de minutos para respirar hondo y examinar cuál es el estado de nuestro cuerpo y de nuestra mente en ese preciso instante. Reconozcamos nuestras emociones y nuestras sensaciones corporales y partamos de ellas para tener una práctica productiva.
- Ser gentil con nuestro cuerpo
Aprender una nueva pieza musical o un nuevo ejercicio de técnica es una actividad que demanda mucha concentración y coordinación en nuestros movimientos. Y, por lo mismo que somos humanos, nuestros cuerpos responden de manera distinta cada día. Como se mencionó en el punto anterior, es necesario ser consciente de nuestros propios límites para establecer un punto de partida realista. A veces pareciera como si tuviéramos un impulso natural a repetir algo muchísimas veces hasta que lo conseguimos, incluso cuando sabemos que esta no es la forma más inteligente de resolver las cosas. Si es que hay algún pasaje que no podemos resolver, quizás lo mejor sea dejar el instrumento a un lado y tomar un descanso. Esto no solo nos permitirá retomar nuestro estudio con más energía, sino que nos ayudará a prevenir lesiones causadas por la repetición excesiva de un determinado movimiento. De igual manera, si estamos en la primera etapa de la adquisición de una nueva habilidad o si estamos intentando cambiar nuestra postura al tocar, es preferible avanzar con calma y de manera muy gradual.
- Reducir la magnitud del estímulo para aumentar nuestra percepción de él
Otra estrategia muy útil al momento de abordar algo nuevo y aparentemente complejo, es descomponerlo en partes que nos resulten sencillas y realizables. Si es que dedicamos toda nuestra sesión de práctica a estudiar una pieza en su totalidad, y repetirla varias veces de inicio a fin, podríamos estar dejando pasar muchos detalles que necesitan de especial atención. Quizá el problema de un determinado pasaje no radica en el pasaje en su totalidad, sino en un determinado compás. O quizás incluso no sea todo el compás, sino cuatro notas de él. Si reconocemos exactamente dónde radica el problema, resolverlo se vuelve mucho más factible. Podemos intentar abordar primero solo esas cuatro notas problemáticas; luego, conectarlas con las notas que siguen y las que las preceden. Podríamos también aislar cada elemento del pasaje: estudiar por separado el ritmo, la altura y la armonía. Mientras más fácil sea cada paso que nos planteemos, más fácil y gratificante será alcanzar el objetivo final. Siempre será más provechoso cumplir bien una tarea simple que cumplir mal veinte difíciles.
- Ser consciente de nuestros hábitos
A veces ocurre que, incluso habiendo descompuesto cada pasaje en partes más sencillas, ya al momento de tratar de tocar toda la obra, siempre fallamos en la misma parte. De ser así, es posible que algún hábito adquirido esté jugando en nuestra contra sin que nosotros mismos nos hayamos dado cuenta de ello. Nuestro cuerpo adquiere hábitos de movimiento a lo largo de toda nuestra vida y estos se vuelven tan naturales a nosotros que dejamos de prestarles atención. Podemos pensar que tenemos los hombros relajados al tocar, pero cuando alguien nos los toca sentimos lo duro que están. Podemos sentir que estamos erguidos, pero al vernos al espejo notamos que esto no es así. El primer paso para efectuar cambios en nuestros hábitos es tomar consciencia de ellos. En palabras de Moshé Feldenkrais, “si no sabes qué estás haciendo, no puedes hacer lo que quieres”. Practicar lentamente frente a un espejo o grabarte ejecutando tu instrumento son herramientas bastantes útiles para notar nuestros gestos corporales. Quizá notemos que antes de empezar a tocar una pieza que consideramos difícil tensamos el cuello, o que justo antes de comenzar un pasaje complicado nos inclinamos hacia adelante y nuestra respiración se corta. Si logramos detectar estos hábitos contraproducentes y sustituirlos por otros más saludables, es muy probable que logremos una interpretación más natural y agradable.
- Explorar diferentes maneras de hacer las cosas
Nuestras sesiones de práctica deberían estar enfocadas a tratar de alcanzar un buen resultado con la menor cantidad de intentos posibles, de manera que al momento de tener que ejecutar nuestro repertorio en público, podamos hacerlo sin ningún problema. No obstante, se cree comúnmente que para poder lograr esto es necesario repetir muchas veces la obra que deseamos interiorizar. Esto no solo resulta siendo una tarea bastante tediosa, sino que el cerebro se agobia rápidamente si es que lo sometemos a la misma información una y otra vez. Así como es productivo, como se mencionó anteriormente, tomar pausas con frecuencia y darle tiempo a nuestro cerebro para procesar las cosas, también lo es darle nuevos enfoques a un mismo tema. Si es que al repetir dos veces una misma pieza nos sentimos a gusto con los resultados obtenidos, quizá ya no sea necesario volver a tocarla durante esa sesión, o al menos no de la misma manera. Podríamos intentar estudiarla en un tiempo muy diferente al que estamos acostumbrados, cambiar la digitación, invertir las dinámicas, transportar la tonalidad, etc. Cualquier cambio que realicemos nos permitirá ampliar nuestro panorama de la obra y nos facilitará la asimilación de algunas partes que tal vez no estaban del todo claras. Además, al incorporar nuestra creatividad de manera activa, podremos encontrar mayor motivación al momento de estudiar.
Todos los que hemos decidido estudiar música somos conscientes de que nos hemos adentrado en un campo que no tiene límites. Ahora que ya hemos comenzado este viaje de eterno aprendizaje, recordemos siempre que nuestro arte dependerá mucho de nuestro propio bienestar personal. Hagamos de nuestra práctica diaria una actividad placentera y gratificante.
Referencias