Respuesta corta: Si debes insistirle en que practique o estudie más porque no lo hace por iniciativa propia, lo más probable es que le guste la música como hobby.
La pregunta que muchos padres se hacen
A lo largo de mi carrera como docente, habiendo enseñado música durante casi 14 años, he tenido la suerte de instruir a decenas de estudiantes de distintas edades, contextos y niveles. La mayoría de ellos han sido muy comprometidos con su instrumento y con su aprendizaje, pero una pregunta aparece con más frecuencia de la que uno imaginaría:
“Si a mi hijo le gusta mucho la música, ¿debería estudiarla profesionalmente?”
Durante años, la postura tradicional ha sido evitar las carreras artísticas o creativas. Sin embargo, hoy también vivimos una tendencia opuesta: apoyar a nuestros hijos en aquello que realmente los hace felices. Entonces, ¿cómo equilibrar el entusiasmo con una decisión responsable?
Estudiar música profesionalmente es una decisión seria
Dedicarte a la música de manera profesional no es una elección ligera. Implica tiempo, esfuerzo, disciplina, y, sobre todo, constancia. Muchos jóvenes podrían dar ese paso si contaran con el respaldo de sus familias, pero también es válido y valioso considerar la música como un complemento a otra carrera. Entonces, ¿qué razones podría haber para no estudiarla de forma profesional? ¿Y en qué escenarios sí tendría sentido apostar por ello?
Dos casos opuestos, una misma clave
Imaginemos dos situaciones:
- Caso 1: Un estudiante que jamás ha recibido apoyo en casa, pero que, por mérito e iniciativa propia, ha aprendido sobre acordes, armonía, y otros elementos musicales. Siempre busca información por su cuenta, practica sin que se lo pidan, y llega a clase con ideas y preguntas. A las pocas sesiones, su maestro nota que tiene un gran potencial. Si mantiene esa constancia, probablemente logrará mucho en la música.
- Caso 2: Un estudiante que ha recibido todo el apoyo posible: instrumento nuevo, clases de lenguaje musical, teoría e instrumento. Pero sólo hace lo que se le pide, sin investigar, sin curiosidad, sin ir más allá. Aun así, logra ingresar a una universidad prestigiosa y termina la carrera. Sin embargo, con el tiempo, no consigue resultados significativos en su camino musical.
¿Qué diferencia a estos dos casos? Una sola cosa: la motivación interna.
La motivación: el verdadero indicador
En ambos casos hay una señal clarísima que los distingue: la necesidad genuina de aprender. El deseo de entender cómo funciona la música, no solo de hacerla sonar. Quienes tienen esta inquietud interna —esa chispa que los lleva a explorar, a practicar, a hacerse preguntas— son quienes suelen tener la mejor aptitud para una carrera musical. Claro que el talento o predisposición natural importan. Pero lo que realmente marca la diferencia es el compromiso, la curiosidad, y la apertura constante a seguir aprendiendo.
El patrón que he visto repetirse
En mi experiencia docente, he notado en múltiples ocasiones que el patrón más claro que diferencia a quien ve la música como hobby y a quien la asume como vocación es este: Quien necesita que lo empujen a estudiar, probablemente no está listo para asumirla como carrera. Por eso, si tu hijo o hija no muestra iniciativa para practicar, investigar o aprender más allá de lo que se le enseña en clase, lo más prudente es pensarlo bien antes de lanzarse a una carrera musical profesional.
La música, como el deporte
La música es muy parecida al deporte: se necesita práctica diaria, entrenamiento constante, cuidado físico y mental. Si una persona no tiene el hábito de ejercitarse, alimentarse bien, y seguir una rutina, difícilmente podría convertirse en atleta. Lo mismo ocurre con la música. Es una carrera exigente, pero también profundamente gratificante para quienes realmente la sienten como una necesidad interior.
Autor: Gabriel Iwasaki – Maestro de Piano Tempo